El pino moro o negro.
La sucesión de bosques de coníferas que nos ofrecen nuestras sierras se puede considerar única a nivel mundial, pues se inicia en las partes bajas con pino carrasco (Pinus halepensis), pino piñonero (P. pinea), sabina mora (Juniperus phoenicea) y enebro de la miera (J. oxycedrus), sigue con pino resinero (Pinus pinaster), pino negral (P. nigra) y sabina albar (Juniperums thurifera) y culmina con pino albar (Pinus sylvestris), enebro común (Juniperus communis), sabina rastrera (J. sabina) y pino moro (Pinus uncinata).
Pero quizás la joya más valiosa la constituya el pino moro o negro, pues representa la población más meridional de la especie (quizá herencia de los periodos glaciares). Ocupa un total de unas 300 hectáreas distribuidas en dos masas en el entorno de los picos de Peñarroya y Monegro. La falta de preocupación por la conservación del patrimonio genético forestal en tiempos pasados y el incremento de la presión antrópica suponen un reto para su viabilidad, que debe garantizar la conservación de la masa natural relicta en su integridad, con toda su diversidad y valor natural.
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